Generalmente, la sensación ocurre cuando estamos en una posición en la cual se aplica cierta presión que corta la correcta comunicación entre el cerebro y determinadas partes del cuerpo. Esa presión comprime las vías nerviosas, por ejemplo, en el brazo, de forma tal en la que los nervios no consiguen transmitir los impulsos electroquímicos al cerebro para darle las instrucciones y la información necesaria como para, al menos, reconocer esa parte del cuerpo, o sea el brazo (aunque puede ocurrir con los dedos, las manos y las piernas).
Esos impulsos nerviosos, viajando a máxima velocidad desde cada rincón del cuerpo, son los que llevan la información sensitiva al cerebro, pero si la interferimos, interferimos también con la capacidad de nuestro cerebro para reconocer nuestras estructuras, identificarlas y darle órdenes.
¿Qué es el hormigueo que sentimos cuando se interfiere de este modo? ¿Qué es esa sensación de picazón, como si nos pinchan con pequeñas agujas? Esa presión inadecuada que interfiere el trabajo de los nervios y confunde el cerebro, también puede apretar las arterias y por ende, el flujo sanguíneo. Entonces ocurre “el hormigueo”.
Las arterias transportan los nutrientes necesarios para que nuestro organismo funcione como debe ser. Cuando se interfiere, los nutrientes no llegan a las células del cuerpo y sin esos nutrientes, las células nerviosas en particular se comportan de un modo... bastante extraño, entre otras cosas, interfiriendo con la comunicación sensorial natural del cuerpo.
Por estas razones, el cerebro comienza a recibir una serie de extrañas señales difíciles de interpretar. Ante la inexactitud y la sorpresa resultante con estos sucesos, el cerebro no logra reconocer la totalidad del cuerpo. Es decir que se duerme el miembro en el que las señales se volvieron confusas.