Luis Hartman tiene el mismo coeficiente intelectual que Steve Jobs, Bill Gates y Albert Einstein pero en su mirada ya no existe la chispa de inocencia que tienen los niños de 10 años, tal vez porque sabe más de la cuenta. La primera pregunta que le hizo a su mamá apenas aprendió a hablar fue ¿Quién es Álvaro Uribe? Por eso a los dos años y medio ya se había memorizado todas las capitales del mundo y los nombres de sus presidentes.
Luis camina por el apartamento de 40 metros donde vive con su mamá en el barrio San José de Spring al noroccidente de Bogotá. Salta, trepa el mesón de la cocina, da vueltas en círculo. No se puede quedar quieto. Quiere hablar, describir, exteriorizar lo que sabe, algo que lleva por dentro pero que es más grande que su cuerpo.
—¿Qué te gustaría estudiar?
—Física, matemática o historia— Responde como si fuera una grabadora. Es la respuesta que da siempre que le preguntan por eso.
—¿Por qué?
—Porque quiero aportarle algo al mundo.
Luis ya sabe que responder en esas entrevistas que poco le gustan.
— Quisiera crear una nave espacial que viajara más rápido que la luz y generara un túnel que no sea de materia ni de energía sino de luz, para que me llevara rápidamente a varias partes.
Pienso en los agujeros negros e inmediatamente se me viene a la mente un clásico del cine, la película Contacto. Luis parece un personaje de ciencia ficción. Ahora sé que el cliché del niño genio es más real de lo que parece. Su comida favorita es el brócoli, odia los deportes y sueña con crear una nave espacial más grande que la de Stanley Kubrick.
Luis Hartman es el hijo único de una madre soltera que ha tenido que apretarse el cinturón para brindarle una educación digna a este niño con coeficiente intelectual de 164. Patricia trabaja para poder pagarle un colegio privado, privado pero al alcance de su bolsillo por eso hoy se rehúsa a aceptar las ofertas de la Secretaria de Educación en colegios distritales. Luis estudia el Instituto Militar Aquileo Parra, un plantel privado en el que recibe una educación promedio.
Luis es un niño con ascendencia colombo alemana porque así no sepa muy bien quien es su papá, lleva el apellido Hartman y su pasaporte es alemán. Su mamá es de Ibagué, se crió en Barranquilla y vive en Bogotá dónde trabaja con grupos indígenas. Luis no creció rodeado de primos, tíos ni abuelos, su familia es su mamá.
La abuela paterna -con quien perdió contacto hace muchos años- fue quien le regaló su primer libro, uno de cuentos de Disney en el que él mismo se leyó en voz alta las historias de Mickey Mouse, el Pato Donald y Tribilin. Hoy lee a Platón, a Stephen Hawking –su científico favorito- últimamente la apasionan los misterios de Dan Brown y admira a Pablo Neruda.
—¿Te gusta ir a la iglesia?
—Voy por exigencia de mi mamá— dice mientras la mira de reojo.
Uno de los pocos adornos que hay en la casa es un cuadro de la Virgen María del que cuelga un rosario enrollado.
—Para ti ¿Cómo se creo el mundo?
— Yo creo en la teoría científica de la evolución de los organismos unicelulares que eran como decir las plantas y hacían fotosíntesis, así empezó la vida en el mar. Luego salieron los peces y se crearon anfibios, luego reptiles y luego mamíferos, luego las aves….
— ¿O sea que Dios no creo el mundo?
—A la seca podríamos decir que mas o menos eso es lo que te estoy diciendo—concluye sonriendo.
Link al Vídeo de la Entrevista -- http://www.youtube.com/watch?v=sCCKLXm3cdI