Quien haya llorado de risa alguna vez sabrá que tras estas lágrimas el cuerpo se calma poco a poco y nos sentimos mucho mejor. Si bien no se sabe a ciencia cierta por qué lloramos al reír, una teoría dice que las lágrimas acompañan al cuerpo a la homeostasis luego de una excitación extrema: luego de reírnos mucho, las lágrimas son una señal de que el cuerpo está volviendo a la normalidad –los músculos se relajan, el corazón se desacelera–.
Debemos tener en cuenta que no solo pasa esto hacia un lado –llorar de risa– sino también al opuesto: reírse al estar triste, aunque puede ser un poco más extraño, sucede a algunas personas. El reflejo de reír o llorar incontrolablemente aparece en momentos de alta excitación emocional.
Se cree que hay una parte del cerebro encargada de la risa y el llanto, e incluso lesiones en determinadas partes del cerebro conducen al síndrome de risa y llanto patológicos, que consiste en episodios incontrolados de estas dos expresiones. Si la misma lesión produce ambos episodios es porque están directamente relacionados.
Otra explicación apunta al hecho de que el temblor producido por una risa vigorosa ejerce una presión sobre los conductos lagrimales. Por tanto, esas son lágrimas reflejas, resultado de factores externos –por ejemplo el viento– y no por emociones.
Aunque las lágrimas pueden surgir de un hecho tan simple como cortar una cebolla –las mencionábamos con anterioridad como lágrimas reflejas–, es especialmente importante saber de qué están hechas las lágrimas relacionadas con las emociones: tienen un alto contenido de hormonas con base proteica que surgen cuando estamos estresados –por ejemplo, leucina encefalina, un analgésico natural–.
En el caso de que las lágrimas sean emocionales, podríamos decir que son una forma de calmar al cuerpo del estrés que ha sufrido. Puede ser esta la razón por la que la gente se siente mejor luego de llorar, independientemente de si la causa ha sido el dolor o el placer.